La investigación de autoridades niponas, determinaron que durante 13 años la compañía ocultó pérdidas por US$ 1.730 millones, en tanto La Polar en Chile ocultó pérdidas de US$ 893 millones por al menos 10 años
¿Podrían existir similitudes entre el caso Olympus en Japón y el caso La Polar en Chile, cuando estos se originan en países tan lejanos y culturas diferentes?
Comencemos por entender a modo muy general las principales características de la economía de Japón y Chile para poner en contexto cada caso.
Japón es conocido como «La tierra del sol naciente» y es una de las mayores potencias económicas del mundo. Es miembro de la ONU, G8, G4 y APEC. También es el sexto país exportador y el octavo importador. Banca, seguros, bienes raíces, ventas al por menor, el transporte y las telecomunicaciones son las principales industrias.
Ha elevado la libertad económica, la cooperación entre gobierno e industria, el énfasis en la ciencia y la tecnología, y una fuerte ética de trabajo han contribuido al crecimiento económico.
En cuanto a Chile, podemos señalar que su economía es internacionalmente conocida como una de las más sólidas del continente. En los últimos años ha tenido un importante y sostenido crecimiento y se ha convertido en plataforma de inversiones extranjeras para otros países de América Latina y muchas empresas han comenzado a instalar sus sedes corporativas en Santiago, a su vez Chile tiene una importante presencia en inversiones en el sector servicios en Latinoamérica.
Chile posee una economía caracterizada por la explotación y la exportación de materias primas.
En mayo de 2010, Chile se convirtió en el primer miembro pleno de la OCDE en Sudamérica y segundo en América Latina debido al reconocimiento en los avances económicos de las últimas décadas, al desarrollo social y a la fuerte restructuración institucional, que han llevado a Chile a ubicarse en la treintena de miembros de esta organización que agrupa a las principales economías industrializadas del mundo.
Japón como Chile, a juzgar por sus respectivos logros, dan muestra de una solida institucionalidad y estabilidad política económica. No obstante, ambos países han sido sacudidos por los mayores escándalos financieros de sus respectivas historias. El caso La Polar de Chile que salió a la luz en junio de 2011 (ver publicaciones “Las lecciones del caso La Polar” y “Dudas acerca del gobierno corporativo La Polar”) y el caso Olympus de Japón que se destapó en octubre de 2011 (ver publicación “Nuevo escándalo corporativo en la nipona Olympus).
¿Pero que más tienen en común estos casos?
No sobra decir que en ambos casos falló la institucionalidad y los respectivos gobiernos corporativos.
La Polar ocultó perdidas de US$ 893 millones por al menos 10 años, según las propias declaraciones de César Barros, actual presidente de la compañía. Mientras que Olympus ocultó perdidas por US$ 1.730 millones durante 13 años.
Según las investigaciones en curso, en ambos casos, los dardos apuntan como principales responsables al presidente del directorio y sus colaboradores más cercanos.
Ante estas evidentes similitudes, es inevitable preguntarse….
Por parte de las instituciones:
¿Es suficiente una sólida institucionalidad?, ¿su robustez es tal?, ¿la regulación vigente responde a la dinámica actual de los negocios y los mercados?, ¿existe capacidad real de fiscalización?, ¿existe voluntad política para llegar a la causa raíz y mejorar lo necesario?
Por parte de las empresas:
¿Disponen de voluntad y capacidad real de autorregulación?, ¿tienen conciencia de la importancia de contar con un gobierno corporativo efectivo?, ¿poseen voluntad para invertir en más y mejores controles internos?, ¿cuentan con mecanismos que den luces del nivel ético de directores, ejecutivos y colaboradores?, ¿disponen de políticas que promuevan las denuncias internas y mecanismos que la faciliten?, ¿promueven culturas corporativas con bases valóricas sólidas o el foco está solo en la productividad y eficiencia?
Son muchas las preguntas y pocas las respuestas. Pero hay una certeza incuestionable.
La destrucción de valor, reputación y confianza que generan los escándalos corporativos es de tal alcance y profundidad que terminan perjudicando una nación entera. Piense por un momento, en los cotizantes de AFP que invirtieron parte de los fondos en La Polar o en aquellos particulares que invirtieron ahorros de años, como han sufrido en sus propios bolsillos pérdidas aberrantes.
La experiencia demuestra que tanto el gato como el ratón no pueden cuidar la carne y el queso respectivamente.
Está claro que se debe mejorar la legislación, la capacidad de fiscalización y los gobiernos corporativos de las empresas, pero ojo que con gato o ratón en las empresas cualquier medida puede resultar insuficiente, como hemos visto la ética nunca está garantizada.
Fernando Cabello
Director
FCGroup Advisory