Una vez más, hoy nos enteramos por los medios de un nuevo caso de escándalo financiero ocurrido en la firma tecnológica Olympus considerado como el mayor escándalo financiero del Japón de la posguerra, luego que el ex presidente de la empresa, Michael Woodford denunciara que la firma había ocultado pérdidas aproximadas a los US$ 1.700 millones. El caso ha repercutido a tal punto en Japón y mermando su valor en bolsa, que la bolsa de Tokio está ad portas de deslistarla.
Para entender mejor este fenómeno, recordemos por un momento los bullados escándalos corporativos de la última década acontecidos en los Estados Unidos como el caso Enron por US$ 63.400 millones el año 2001, Merc por US$14.000 millones el año 2002, Worldcom por US$ 4.000 millones, también el caso Parmalat en Italia conocido en diciembre de 2003 que fue considerado como la mayor catástrofe empresarial europea de los últimos 50 años y el reciente caso La Polar en Chile de junio de 2011, donde las pérdidas acumuladas los últimos 10 años de US$ 893 millones, superan la cifras de Enron, si se comparan respecto al PGB de los países respectivos, según declaraciones del propio presidente actual de La Polar, César Barros.
Todos estos casos, si bien en su momento han tenido gran repercusión en los mercados respectivos y la opinión pública en general, en la historia reciente abundan casos de esta naturaleza en ambos lados del Atlántico.
En cualquier caso, queda la sensación que ninguna medida al menos desde la perspectiva de los agentes reguladores ha sido suficiente. Lo mismo ocurre con la autorregulación y prácticas de buen gobierno corporativo, defendidas e impulsadas por muchas grandes empresas, que a juzgar por los hechos, en muchos casos quedan relegadas a meras declaraciones de buenas intenciones.
Mas allá de perfeccionar y profundizar en los gobiernos corporativos, que sí es muy necesario, se requiere lo mejor del ser humano, todo aquello que la cultura de exitismo prevaleciente pareciera arrasar. Me refiero a la voluntad para hacer lo correcto, actuar con integridad y siempre en la búsqueda del bien común. Es a aquello que nos referimos cuando hablamos de la creación de valor sustentable y compartido.
No quiero terminar esta reflexión sin citar un extracto de un comentario anónimo que encontré en la web mientras indagaba acerca del caso Olympus, y que si bien fue escrito con bastante anterioridad a este, sigue resultando interesante:
“La sola ocurrencia reiterada de estos escándalos financieros que solo se diferencian en la forma: el quien, el que, el cómo, el cuándo, el cuanto y el donde; habla de una problema de fondo: el por qué.
A riesgo de parecer religioso, me atrevería a decir que el por qué tiene que ver con la insubordinación del talento extractivo de la humanidad de sus otros tres talentos básicos: productivo, creativo y especulativo.
En este sistema regresivo que no nos decidimos a enterrar, especulamos para crear, creamos para producir y producimos para extraer, o sea TODO AL REVÉS.
Extraer sin límites se llama depredación….
Los propios economistas han depredado lo económico.
Y por donde pecas pagas”.
Fernando Cabello
Director
FCGroup Advisory